Afuera llueve y las gotas resbalan por el vidrio. Me siento al lado de una señora, el primer acelerón del autobús casi tira al suelo a un adolescente que no se había sujetado a la barra. La señora usa un perfume pegajoso, dulzón, ocre. Levanto la vista del libro, en contra de lo que el olor anuncia es una señora normal, una madre de familia que ronda la cincuentena, con falda marrón y blusa de tienda de barrio. Intento volver a la lectura pero el olor se va metamorfoseando. Al acostumbrarse mi nariz, bajo el perfume, comienzo a distinguir el olor a tabaco, a sudor, a nervios de última hora.
Cierro el libro. En la siguiente parada una adolescente se baja y se arroja en los brazos de un chico que la esperaba sentado en la marquesina. Se besan con urgencia. Seré uno de esos padres que miran el culo de las amigas de su hija.
3 comentarios:
Espero q no lo seas, porq hay pocas cosas mas patéticas q mirar el culo a la infancia.
Saludos.
Bueno, yo estoy de acuerdo con la señorita -aunque no diría patético, diría perverso-. Saludos
Pues yo te aconsejo que no seas uno de esos padres que miran el culo de las novias de sus hijos, porque es un poco como lo peor.
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