domingo, 2 de marzo de 2008

Castillos


Al despediros, sus dos besos son de papel reciclado. Inclina mucho la cabeza, hurta el cuerpo de cualquier contacto y ofrece el desierto de sus mejillas, llevándose el resto de la cara –los labios, los ojos, la nariz, ella– bien lejos. No son dos besos, parecen dos escupitajos.

Tú dices algo, no sé, una frase que recuerdas de alguna película. Dices algo porque no quieres estar callado, porque te has quedado solo a pesar de que su mejilla siga allí. Dices algo, o tal vez sólo lo farfullas, porque uno no se despide de los cadáveres.

Después de separaros buscas su mirada, no pides explicaciones, quieres agarrarte para no caer, pero ya no está, habla con otro. Parece aliviada.

Sales del bar y piensas que las personas somos castillos; que hay castillos donde puedes pasear por su interior y que algunos te gustan y que otros no; que todos tienen estancias abiertas y cerradas, que algunas se abren con el tiempo y que otras no se abrirán nunca. Y piensas también que ella es un castillo con muros muy altos, muros como decía Salvador Cardenal, muros tan grandes como cielos de pie. Están rodeados por un foso muy profundo, de paredes abruptas, un hueco sin final donde si caes sólo espera el dolor. Y para entrar, únicamente ha dejado una débil pasarela, un tablón de obra que se balancea ofreciéndote vértigo.

Mientras vas recogiendo los pedazos de noche que encuentras en el suelo, sabes que eres demasiado cobarde para intentar cruzarla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Todos los muros tienen una piedra mal puesta que, cuando la retiras, se derrumban. Sólo hay que saber encontrarla.
(Aunque mejor si no te alanzan los escombros...)

Lara dijo...

Ejercicio, ejercicio...

¿Como los actores polacos? ¿Así de creíble?

Un beso!!!

Anónimo dijo...

Tío la próxima vez que le entre a alguién y me diga que no pensaré en este relato para tener fuerzas y crtarme las venas.

Anónimo dijo...

En este mundo, yo me he cruzado con muchos muros, y soy de la opinión de baba bing, todos tienen esa piedra que al tocarla o llegar a ella, se derrumban.
Hay algunos que son castillos de arena

Anónimo dijo...

Excelente relato.

Anónimo dijo...

Itaca de Kavafis: te tropiezas con castillos o cíclopes o sirenas sólo si tú mismo los pones ante tus ojos. Y con las chicas, igual...

angeles dijo...