jueves, 10 de julio de 2008

Conserva



A través de mi ventana se ve un campo verde en primavera. Luego se vuelve amarillo y después tierra vacía. Al año, regresa el verde de nuevo, y luego el amarillo y tierra vacía otra vez.

En el cambio de verde a amarillo, hay un momento, una breve semana, que nadie tiene palabras para identificar el color. Es color de felicidad, de revolcarse en él con un perro que ladra mientras salta a tu alrededor. Es tiempo de sonreír con las pequeñas mariposas que revolotean. En ese momento, en cada cambio de color, mi madre dice que cumplo años. Me dice que ya soy mayor.

Y yo me pregunto cuántas formas hay de embotar el tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A través de mi ventana se ve un ciudad llena de coches en hora punta. Luego se vuelve gris y después terriblemente estresante. Al día siguiente, regresan de nuevo los coches, lo gris y el estres.

Entre los coches y la polución, hay algo que nadie puede identificar con palabras. Es el sonido de vida en la ciudad, gente de todos y de ningún sitio. Sueños rotos o al alcance de un querer. Entre ese bullicio, entre esa gente y esos sueños, mi madre me recuerda que la cena está en la mesa. Me dice que ha hecho tortilla de patata, mi plato favorito.

Pero yo ya no la oigo, a través de mi ventana...

Sara Royo dijo...

Lo q vemos, día a día, a través de la ventana, llega a formar parte de lo cotidiano y se nos pega como tantas rutinas diarias. Pero un día, de repente, empiezan a construír un edificio en el local q durante años has visto vacío y todo parece diferente, como si ese cambio de afuera trastocara un poco lo conocido, como una pequeña traición.
Y no, no se puede embotar el tiempo. De ninguna forma.